En las elecciones del 1 de noviembre de 2022, la democracia de Israel funcionó como las democracias están diseñadas para funcionar.
6.788.804 israelíes, más del 73 por ciento de los votantes registrados, cumplieron con su derecho democrático, la participación electoral desde 2015. La cifra incluyó una participación del 55 por ciento entre los israelíes árabes, también una de las participaciones más fuertes de esa comunidad.
Reconociendo la diversidad social de Israel, el sistema electoral del país permite que el mayor numero de opiniones políticas estén representadas en la Knesset (el parlamento israelí de 120 escaños) como sea posible.
Por lo tanto, cualquier partido que obtenga un mínimo del 3,25 por ciento del voto nacional (lo que equivale a unos cuatro escaños) gana un lugar en el cuerpo legislativo.
Treinta y ocho partidos políticos compitieron en esta elección. Y, aunque sólo 10 de ellos cruzaron el umbral electoral -lo que sigue siendo un gran número de partidos- fue imposible que ninguno de ellos alcanzara la mayoría absoluta.
Como era de esperar, el partido de derecha secular Likud, encabezado por Benjamín Netanyahu recibió el mayor número de mandatos (32). Sin embargo, este número no es suficiente para el mínimo necesario de 61 votos requeridos para formar un gobierno.
El sistema político israelí está diseñado de tal manera que, en la práctica, solo una coalición de partidos puede formar gobierno para dirigir el país.
Después de haber estado al frente del gobierno de Israel por más tiempo que cualquier otro primer ministro en la historia de ese país, Netanyahu se ha distanciado de muchos de los “aliados naturales del Likud”, entre ellos algunos de los que ahora han ganado escaños en la Knesset pero que se muestran reacios a apoyarlo.
En particular, el centrista Yesh Atid de Yair Lapid, el segundo partido en número de votos después del Likud (24); el partido de centroderecha Unidad Nacional de Benny Gantz (12) y el centroderecha Yisrael Beiteinu de Avigdor Lieberman (6).
Lo que estos cuatro partidos de derecha (Likud, Yesh Atid, Unidad Nacional e Yisrael Beitenu) tienen en común es que son liberales, seculares y realistas con respecto a la voluntad y las actuales capacidades de los palestinos de negociar fronteras y acuerdos de seguridad con Israel.
Rechazado por la derecha secular, el Likud tuvo que mirar a las tres coaliciones religiosas que llegaron a la Knesset: Sionismo Religioso (14 mandatos), Shas (11) y Judaísmo Unido de la Torá (7). Al unirse al Likud, estos tres partidos religiosos de derecha nombrarán un gobierno encabezado por Benjamin Netanyahu.
Sin embargo, la coincidencia de estos partidos religiosos con el Likud no es tan “natural” como la que existe entre el Likud y los otros tres partidos de la derecha secular.
Podría decirse que la voluntad de la mayoría electoral es que el país sea gobernado por el Likud con estos tres partidos seculares de derecha.
Netanyahu, por ejemplo, dijo en televisión que Itamar Ben Gvir, uno de los líderes del partido Sionismo Religioso, “no era apto” para ser ministro de su gobierno porque “sus posiciones no son las mías.”
Se puede escuchar a Bezalel Yoel Smotrich, otro de los líderes del partido Sionismo Religioso, diciendo sobre Netanyahu en una cinta: “él es un mentiroso y un hijo de mentiroso”.
También podría haber estado hablando del no ortodoxo Netanyahu cuando en otra ocasión dijo: “Amo a todos los judíos, de verdad, todos los judíos son mis hermanos. Pero no los acepto [a los judíos reformistas], y no les otorgaré legitimidad porque, a mis ojos, son una mentira”.
Significativamente, el Gran Rabino Sefardí de Israel, Yitzhak Yosef, el líder espiritual de Shas, otro de los partidos religiosos de derecha, desató su ira contra Ben Gvir por visitar el Monte del Templo en Jerusalén.
“Tonto, piensa por un minuto,”, dijo el Gran Rabino, “estás ascendiendo al Monte y agitando los vientos y violando la orden de los grandes hombres de Israel. Oy, aléjense de él y de todos sus líderes.”
Aunque se pueden seguir citando por docenas los ejemplos anecdóticos de falta de confianza entre los partidos de la coalición encabezada por el Likud, lo importante no son las bases poco sólidas sobre los que se construirá la coalición de Netanyahu, sino las políticas que pretenden aplicar.
La coalición de partidos de derecha ultra-religiosa que apoyan a Netanyahu busca reducir los controles y equilibrios de los legisladores e imponer la ficción de que todo el judaísmo es ortodoxo.
“Ha llegado el momento de que seamos los propietarios de nuestro país”, dijo Ben-Gvir en un discurso la mañana después de las elecciones.
¿Por qué este y muchos otros Temas demasiado extensos ser tratados en este artículo deberían preocupar a los judíos que no viven en Israel?
Israel se define a sí mismo no solo como un estado judío sino como el estado judío. Y como nos recuerda el rabino Irving Greenberg:
“Israel es donde la religión y la moralidad judías se ponen a prueba porque allí una mayoría judía decide la política”.
Los sectarios no desean otra cosa que expulsar a las mayorías y ocupar su lugar. Su deseo es el de imponer formas de vida que no sólo no reflejan las realidades del mundo actual, sino que están apartadas del modo de vida de la mayoría de los judíos en Israel y a través del mundo